Le doy otro empujoncito a esto en un descanso de estudiar =_=U tengo un dolor de cabeza que amenaza con crecer como siga estudiando japonés, pf... Y me espera un trabajo algo complicado de inglés :( pero en fin, voy a desaparecer un rato del área estudiantil para contar un poco más de Lilou, visto que su historia es la menos conocida y que a la gente parece interesarle más. Muchas gracias por el apoyo :) espero que os guste y no os decepcione, no sé si he conseguido expresar bien lo que quería.
Podría pasarme horas observándola: aquella bolsita de té, hundiéndose y flotando en mi taza; levemente forzada por la presión que ejerzo sobre la cuchara, al compás de la lluvia que se abandona a la piedra del jardín.
Nunca me ha agradado este silencio, he aprendido a convivir con él; con sus monótonos pasos, con su pausada rutina desprovista de sorpresas. Para mí es uno más de los fragmentos que conforman mi mundo en horas... y pueden destruirlo en segundos.
-¡No me lo puedo creer!... - canturreaba una voz por el patio -¿En serio?
-¡Total y absolutamente en serio!
-¡Qué cara más dura! ¡y se creerá mejor por eso!
Las voces que interrumpieron mi meditación procedían del patio hacia el cual estaba mirando. El orfanato se construyó alrededor de una pequeña plaza de piedra, en el centro de la cual había una estatua de la madre superiora -la que, para desgracia de las novicias, había fallecido hacía un par de meses.
Todo el orfanato tuvimos que vestirnos de luto, con aquel uniforme de lana grueso y pesado que hacía que me picasen la parte trasera de mis rodillas-
De pronto, las dos chicas que hablaban desprovistas de frío, ocupaciones y vergüenza, lanzaron una mirada cómplice y fugaz hacia mi habitación. Yo, desde la ventana de la misma, las observaba, a las últimas con sorpresa. Sonreí levemente sin pestañear con mis grandes ojos y posé unos dedos en el frío y empapado cristal. Sus labios comenzaron a moverse sin apartar sus ojos de mí y dibujaron un par de sonrisas. Sin si quiera devolverme el saludo, alzaron nuevamente sus paraguas y partieron hacia el otro lado de la plaza riendo a carcajadas.
Cómo me picaba la parte trasera de mi rodilla izquierda...
Y de pronto: magia.
Créeme, podría pasarme horas observándola: aquella arañita que acababa de colarse por el hueco de mi ventana. "¿Qué haces aquí, pequeña?"- le dije en susurros "No hay nada que temer. Mi cuarto está en el segundo piso, retirado de las monjas, y no suelen revisar si limpio o no. Y aunque no me gusta que haya demasiada suciedad, puedo hacerte un hueco en esa pared"- se la señalé con una mano mientras que, con la otra, la sostenía y dejaba jugar entre mis dedos. "Creo que es una buena esquina para hacer una telaraña..."- y, conforme hablaba, iba reduciendo mi tono de voz "Bueno, si yo fuese una araña, haría una casa ahí"- esto último casi fue imperceptible hasta para mis oídos.
-¡Fabiénne! ¡Fabiénne, vuelve ahora mismo aquí!- gritaba una voz, rompiendo el silencio del pasillo.
Dejé a la pequeña arañita en mi escritorio y me aproximé rápidamente hasta la puerta, abriéndola tan sólo un filo, lo justo para asomarme a observar.
-¡Un día me matarás, Fabiénne!
"Me matarás con tu silencio, y entonces volveremos a esa pequeña cala, a una hora de Newcastle"- dije en susurros.
Jamás podría olvidar esa obra de teatro que habían escogido para representar. La había escrito un chico de otra clase, un año mayor que yo. Desde que leí el guión me pareció asombrosa.
-¡Me matarás con...!- ensayaba un joven mientras brincaba por el pasillo -¡Oh, joder! mierda de obra.
-¿Qué ocurre? ¿te has vuelto a perder?- le preguntaba una chica, aproximándose hacia él con cautela.
-Nunca recuerdo esta línea, y la representación es pasado mañana...
-¡No pasa nada, aún hay tiempo!- intentaba animarle ella, posando una de sus manos sobre sus hombros.
Decidí que podía ayudar.
Abrí lentamente la puerta, y me equivoqué tanto al hacerlo que chirriaron las visagras y los dos jóvenes dieron un respingo. Yo solté una pequeña risita mientras asomaba la mitad de mi cuerpo.
-Ay, perdón, tengo que pedir que me la arreglen...- decía mientras me sonrojaba -¿Puedo ayudarte?- le pregunté al joven clavando mis ojos sobre los suyos.
Tanto él como ella permanecieron en silencio, observando mi cuerpo de arriba a abajo, haciendo un claro escrutinio de cualquier defecto que pudiese mostrar y, de hecho, mostraba.
-¿Ayudar con?- preguntó la chica con retintín mientras cruzaba sus tobillos y enlazaba sus manos.
-Con la línea de "¡Un día me matarás Fabiénne!"- sonreí sin apartar la mirada de ellos.
-¿Oh? ¿acaso la conoces?- comentó él con asombro.
Era justo lo que estaba esperando, esa mirada de incredulidad. ¡Podía demostrárselo!
Carraspeé con emoción y entoné:
"¡Un día me matarás Fabiénne! ¡me matarás con tu silencio! y entonces volveremos a esa pequeña cala, a una hora de Newcastle... Y nuestros cuerpos yacerán en la arena, hasta convertirnos en marea de espuma y conchas de sal"
La joven palpó rápida y fugazmente la mano del chico, mientras sonreía placenteramente y afirmaba con lentitud. Él no pudo cerrar sus labios ni contener su asombro y, justo en el instante en que creí haber logrado algo glorioso, pude escucharle decir:
-¡NO ME LO PUEDO CREER! ¡tienes razón! ¡es decir...! ¡se lo sabe entero! ¡MENUDA PRINGADA!
Mi sonrisa de satisfacción se tornó en una mirada incomprensiva y asustada.
-¿Qué?- balbuceé.
-¡Te lo dije! ¿ves? ¿ves como no te engañaba?
-No me lo puedo creer... ¡pensé que no iba a picar!- y en este instante dejé de formar parte del diálogo -¡Sólo se lo leyó una vez! ¡entonces los rumores son ciertos! ¡pero... pero...!- no podía parar de reír.
-¡Te lo diiijeee!- le sonreía con complicidad mientras comenzaba a andar por el pasillo -Ya ha pasado tres veces esta semana: si pasas por delante de su cuarto intentando recitar ese fragmento, sale disparada de dentro y te suelta el rollo.
-Oh Dios- reía con descaro él -¡OH, DIOS! ¡Jajajaja!
-Es lo que ya me habían dicho: obviamente, ganas de llamar la atención. Complejo de diva. Esta chica ya no sabe qué hacer para ser el centro de todo, ¿sabes qué es lo último que hizo...?
Sus voces se perdieron en las escaleras del pasillo, pero el eco de las mismas continuó resonando en lo más hondo de mi corazón.
Cómo me picaba. Cómo me picaba la parte trasera de mis rodillas. Las comencé a rascar con nerviosismo y unas lágrimas se agolparon en mis ojos, mientras sorbía la mucosidad que comenzaba a formarse en pequeños intermedios silenciosos.
-¡LILOU!- gritó una de las monjas desde el otro lado del pasillo, mientras se acercaba a una velocidad pasmosa hacia donde estaba yo -¿Qué se supone que haces ahí parada? ¿tú es que nunca estudias? ¡no me extraña que luego no tengas amigos! ¡todos están en la biblioteca y tú aquí, como siempre, perdiendo el tiempo!
-Pero si no estaba perdiendo el tiempo...- rechisté en voz baja mientras continuaba rascándome.
-¡OH, POR DIOS!- agarró mi mano con fuerza, apretándome la muñeca -¡YA BASTA! ¡Ya basta de rascarte con ese descaro, menuda mala educación!
-¡Pero madreee!...- rechisté sollozando -¡Me pica mucho! ¡me duele!- le mostré la herida producida por la rozadura de la falda.
-¡YA BASTA, LILOU!
Intenté interrumpirle.
-¡NO!- se adelantó -No quiero escuchar NI UNA palabra más. ¡Si no quieres ir a la biblioteca vuelve a entrar en tu cuarto y no salgas hasta que pase la hora de estudio!
Y yo entré, silenciosa y aún sollozante. Me senté en mi mesa y bebí el té. Frío. Y miré por la ventana. Frío. Encogí mi cuerpo en la silla y lo abracé mientras tiritaba. Con una mano restante, continuaba rascándome detrás de la rodilla. Me picaba tanto... me picaba tanto...
Oteé en busca de la araña, pero ésta había desaparecido. Observé la esquina que le había aconsejado para alojarse, pero no había rastro de ella. Probablemente, jamás la volvería a ver.
-"En realidad todo es como dijiste, Fabiénne... Las despedidas son necesarias"- interpreté en voz baja mientras acariciaba la herida de mi pierna. -... Porque "el infierno está vacío y todos los demonios están aquí"- aquel verso de La Tempestad de Shakespeare no podía ser más acertado.
Nunca me ha agradado este silencio, pero he aprendido a convivir con él.
Si lo piensas con detenimiento es bueno para meditar.
No, no creas que es tan difícil: sólo es cuestión de acostumbrarse.