sábado, 17 de diciembre de 2011

Andare

Buenas noches a todos :)

Hace siglos que no me paso por aquí, con el tema de la Erasmus tengo muy abandonado el mundillo, y sobre todo el tema de los foros... xD
Y como no tenía a los nenes en Portugal, pues no he podido hacer ninguna sesión, ni decente ni no decente u_u

De todos modos, esta tampoco es maravillosa xD cogí a Tadgh y a Lilou y, aprovechando que les había puesto los gorritos y bufandas de inviernos (que les hizo Meen hace un añito...) me puse a probar unas técnicas de fotografía que he aprendido en Portugal :)

Espero que notéis la mejoría ^__^
(aunque la verdad es que creo que las fotos son muy repetitivas, pero en fin)
Perdonad por la rapidez, ¡prometo algo mejor antes de que acaben las vacaciones! :)


Ludovico Einaudi- Andare













miércoles, 7 de diciembre de 2011

Scene 20: "Mar"

Decido subir una Scene20 que escribí hace un tiempo.
No me convence, pero tengo morriña de resina y me apetecía subirlo...
Lo más seguro es que lo cambie algún día xD hasta entonces, echadle un ojo si os apetece :)


Se conocieron un apacible martes del mes de mayo, hace muchos años. Ambos iban trajeados, como la situación lo requería, aunque en la indumentaria de ella había algo que captó su atención: era la única asistente de la conferencia que decidía no usar falda y, además, de las pocas occidentales que se atrevían a interpretar de japonés para inglés, de forma simultánea.

Siento comunicarle que no he estado jamás allí entonó él con seriedad sin si quiera mantener contacto visual con ella. Bebió de su copa de vino.
¡Es una lástima! exclamó ella con dulzura—. Es un pueblecito entrañable, y no está muy lejos del mar.
Fujiwara mostró una mueca de desagrado.
Oh, venga ya… ¿no te gusta el mar?
Él la miró por primera vez y lo hizo con un asombro fingido, en un intento de mostrarle lo indignado que se encontraba por la rudeza de sus acciones y el que le estuviese tuteando. Ella se percató al instante y sus mejillas se tiñeron de carmín.

Disculpe, he sido demasiado descortés sonrió avergonzada—. A veces me olvido de que estoy tratando con un oriental.
Fujiwara agachó la mirada con cierta tristeza.
N-no, no. Discúlpeme a mí. He sido yo el que ha sido descortés y movió su cabeza con gravedad.
Llevó su mano a intentar desaflojar su corbata, en vano.
¿Tiene calor? le preguntó ella, intentando ayudarle.
Fujiwara se sonrojó y desvió la mirada.
Es el vino buscó una excusa creíble—. Y que hay demasiada gente, ¿no le ocurre igual?
Sí, la verdad es que ha asistido al congreso muchas más personas de las que creía hubo una pausa, en la cual ella se dedicó a observar el cuello de su camisa— ¿Me permite? y, con la espontaneidad que la caracterizaba, se acercó suavemente hasta él y desaflojó un poco su corbata— ¿Mejor? preguntó con una sonrisa en los labios—. Por cierto no le dejó contestar— Mi nombre es Einin y agachó su cabeza en señal de saludo—. 初めまして、藤原さん。

Se conocieron un apacible martes del mes de mayo, hace muchos años, y desde el primer momento en el que él contempló su sonrisa, supo que debería ser suya para siempre. Si la historia de Takumi Fujiwara pudiera ser contada a modo de película, él sería el protagonista que jamás alcanzaba a la joven de sus sueños. Sin embargo, y siendo consciente de su mala suerte con el sexo femenino, decidió que cambiaría su destino con dos pasajes de tren.
Einin la llamó una mañana de improvisto—. Ven conmigo a ver el mar.
Y antes de que si quiera pudiesen intercambiar los saludos de cortesía correspondientes, ella había aceptado y se encontraban en el mismo vagón, sonriendo tímidamente.

Takumi siempre había odiado el mar porque él había nacido a sus orillas, en una pequeña familia demasiado modesta y tradicional como para proporcionarle unos estudios y una reputación. Y sus sueños, por desgracia, requerían mucho dinero.
Takumi siempre había odiado el mar porque era todo lo que había conocido y conformaba los límites de su ética: aquella gran isla, la llamada tierra del Sol naciente.

Sólo les unía el mar y sólo éste fue testigo de su historia.

Por eso Takumi, en la actualidad, vuelve a odiar el mar: porque los recuerdos con Einin flotan entre sus aguas, bailan en su arena y visten sus atardeceres.
Significa poeta. O filósofo. ¿No te parece encantador? le había preguntado ella, apoyada en su torso. Las gaviotas volaban a lo lejos y el eco de sus cantos cubría cada silencio. Una suave brisa marítima, con olor a sal, ondeaba el cabello corto de la joven y acaricia su tripa, ahora hinchada por el embarazado.

Takumi agachó el libro que estaba leyendo y lo cerró, abandonándolo a una mesa que estaba cerca del balancín en el que estaban recostados. El Sol caía sobre las costas irlandesas.

¿Quieres que nuestro hijo sea un poeta o un filósofo? rió tiernamente mientras acariciaba la frente de ella.
Quiero que sea todo lo que él quiera ser y alzando su mirada se encontró con la de él.
¿Entonces, por qué no buscar un nombre que tenga un significado más acorde a esto último?

Einin permaneció en silencio, pensativa, con una vaga sonrisa dibujada en sus finos labios. Acarició su barriga con ternura.


No lo sé y se pudo oír, a lo lejos, otra gaviota. Eco—. A mí me gusta este. No sé por qué, pero siento que es éste el nombre que debe tener. Además, no es difícil de transcribir para japonés, así que no tendrá problemas si al final decidimos mudarnos a Japón.

Takumi cerró sus ojos y aspiró lentamente la brisa marina.

Pues… comenzó él con suavidad—. Bien. Sorpréndeme: ¿cuál es ese nombre?

Einin alzó la mirada y sus ojos pistacho se encontraron con los de él.

Tadgh sonrió con dulzura.
¿“Tai”?... ¿Y cómo se escribe?
T-a-d-g-h: “Tai”. ¿Ves? Puede transcribirse fácilmente a Katakana.


Takumi afirmó con suavidad y miró hacia la arena, pensativo.

Tadgh. Tadgh Fujiwara. Suena realmente bien…
¿Ves? No me equivoqué sonrió Einin—. Y va a ser precioso. Y muy guapo, como su padre- acarició su tripa— ¿Verdad? Y tendrá sus ojitos.
Él rió.
Sí, me temo que tendrá mis ojos. Sería realmente extraño que heredase tus ojos verde pistacho.
¡Oh, no estaría mal! Un japonés con ojos verdes… acarició de nuevo su barriga y esta vez le habló a ella: ¿Qué me dices, Tadgh? ¿tienes los ojitos verdes? Seguro que sí, pequeñín rió.

E igual que el mar les unió, el mar decidió separarles.

Hoy es un día cualquiera de junio y Tadgh, a sus seis años de edad, le pide a su padre que le lleve a ver el mar, con la impertinencia correspondiente de cualquier infante. Takumi le ha negado este capricho con la seriedad que le caracteriza desde la muerte de Einin y, en silencio, idea algún modo de explicarle a su hijo lo mucho que amó a su madre y lo mucho que ella le amaba a él; cosa que Tadgh nunca llegará a saber.

Hoy es un día cualquiera de junio e ir al mar no parece el mejor plan a escoger.

Otro día, Tadgh.
Pero…
Otro día.